El bienestar y el comportamiento de los animales mantenidos bajo cuidado humano han suscitado un interés y una preocupación crecientes en los zoológicos y en la investigación sobre la conservación de la fauna salvaje. Se han mantenido animales en zoológicos y entornos ex situ con fines educativos, de cría, investigación y sensibilización del público. Sin embargo, el reto de garantizar que estos animales prosperen en entornos no naturales plantea importantes cuestiones relacionadas con su bienestar y comportamiento (García, 2021).
Para evaluar el bienestar animal, es esencial tener en cuenta el modelo de los “Cinco Dominios” (Mellor et al, 1994). Este marco engloba cuatro dominios físicos (nutrición, entorno, salud física y comportamiento) más un quinto dominio que se ocupa del estado mental de los animales. Este enfoque permite realizar evaluaciones sistemáticas del bienestar animal de forma exhaustiva. Los “cinco dominios” parten del supuesto de que tanto las experiencias negativas como las positivas, cuando están equilibradas, forman parte de una rutina saludable en la vida de los animales. Sin embargo, cuando este equilibrio se rompe, el bienestar animal se ve comprometido, lo que puede acarrear consecuencias como la aparición de comportamientos estereotipados (Mellor, 2015).
El comportamiento estereotipado se asocia comúnmente a recintos inadecuados de tamaño reducido o sin entorno, así como a la falta de estímulos, el aislamiento, la alimentación y el manejo inadecuados y el estrés. Además, estos comportamientos pueden tener un impacto a largo plazo en la capacidad reproductiva, la dieta y la salud del animal (Daniel, 2018). Se sabe que los animales en condiciones de cautividad inadecuadas tienden a mostrar cambios de comportamiento más intensos, que pueden incluir movimientos estereotipados, comportamientos autolesivos, inmunosupresión y alteraciones en la reproducción (Morgan, 2007).
En este sentido, Boere (2002) presenta el estrés como una herramienta de adaptación que los organismos utilizan para afrontar los retos cotidianos. Así, el estrés puede entenderse como un estado natural de los animales, tanto ex situ como in situ, pero en los animales mantenidos bajo cuidado humano, el confinamiento intensifica las respuestas generadas por este evento. Esto se debe a que, según Fowler (2008, p. 33-49), en cautiverio, los animales se ven privados de la oportunidad de escoger, por lo que son incapaces de alejarse del fenómeno estresante y terminan en constante necesidad de adaptación (apud Cubas, 2014, p. 35).
De esta manera, los zoológicos han utilizado herramientas como los protocolos de enriquecimiento ambiental para mejorar el bienestar animal y, como consecuencia, proporcionar mejores tasas de reproducción, reducir los cambios de comportamiento relacionados con el estrés y establecer mejores condiciones físicas y mentales para los animales; así como ayudar con el manejo de los animales, con el objetivo de reducir los niveles de estrés durante el transporte, las evaluaciones clínicas y la interacción humano-animal (Hashimoto, 2008). Como ejemplifica Young (2003), el aumento de la calidad de vida de los animales a través de estrategias de enriquecimiento ambiental es de suma importancia, sobre todo teniendo en cuenta que los zoológicos son instituciones fundamentadas en la difusión de la educación ambiental, que debe sustentarse en los patrones naturales de comportamiento de cada especie.
De este modo, comprometerse con el bienestar de los animales bajo cuidado humano no sólo promueve el bienestar individual de estos organismos, sino que también contribuye significativamente a una compleja red de aprendizaje en la sociedad. El enriquecimiento ambiental puede variar según el propósito de la interacción, y puede ser de naturaleza dietética, física, social, sensorial o cognitiva. Así, esta estrategia trata de reducir la aparición de comportamientos alterados utilizando el entorno de forma positiva (Garcia, 2021).
El enriquecimiento ambiental, ampliamente reconocido como estrategia fundamental en el manejo de animales en cautiverio, ha demostrado ser igualmente eficaz para mejorar el bienestar de los reptiles. Aunque no sea tan evidente como en otros animales, los reptiles también sufren situaciones de estrés, que pueden tener graves consecuencias. Entre los signos más evidentes están los cambios en el color de la piel, el comportamiento con la boca abierta, inflar el cuerpo, aplastarse contra el suelo y azotar la cola sin motivo aparente. Introducir estímulos que reproduzcan elementos de sus hábitats naturales y fomenten comportamientos instintivos ayuda a reducir este estrés, además de mejorar la salud física y mental ; aumentando la capacidad de adaptación de estos animales. En el caso de los reptiles, prácticas como el control de las variaciones térmicas, la inclusión de escondites, estructuras para la escalada y desafíos alimentarios específicos son fundamentales para minimizar los comportamientos estereotipados y promover una mayor actividad e interacción con el entorno, aspectos esenciales para mejorar su calidad de vida en cautiverio (Mader, 2019).
Fuente: Instituto Butantan
Autora: Victória Brienze - Representante Regional de GEAS Brasil
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