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Tortugas Marinas y la Amenaza de la Fibropapilomatosis

Foto del escritor: Roberta Stopasolla PintoRoberta Stopasolla Pinto

Actualmente, se han documentado siete especies de tortugas marinas: tortuga verde (Chelonia mydas), tortuga caguama (Caretta caretta), tortuga laúd (Dermochelys coriacea), tortuga carey (Eretmochelys imbricata), tortuga golfina (Lepidochelys olivacea), tortuga lora (Lepidochelys kempii) y tortuga plana (Natator depressus). De estas, solo las cinco primeras habitan en la costa brasileña. Todas ellas están incluidas en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN (Kersting et al., 2009), lo que subraya la importancia de entender y estudiar las amenazas a su supervivencia para garantizar su conservación.

Estos animales son susceptibles a diversas patologías, que pueden estar relacionadas con actividades humanas. Un ejemplo recurrente en la costa brasileña es la fibropapilomatosis, una enfermedad caracterizada por tumores cutáneos benignos de tamaños variados que aparecen en diferentes partes del cuerpo de las tortugas marinas, aumentando su susceptibilidad al varamiento. Aunque benignos, estos tumores pueden afectar la natación, la visión, la alimentación y la respiración de las tortugas marinas (Baptistotte, 2007). El número y el tamaño de los nódulos varían entre los individuos, encontrándose generalmente en las aletas, el cuello, la región periocular, las fosas nasales, la base de la cola y la cloaca. También pueden presentarse nódulos viscerales, localizados principalmente en los pulmones, riñones, corazón, tracto gastrointestinal e hígado. En estos casos, los tumores pueden comprometer la función de los órganos, causando, por ejemplo, obstrucciones intestinales o alteraciones en la flotabilidad (Rosa et al., 2021).

La enfermedad ha sido reportada en todos los océanos, la especie más afectada es Chelonia mydas, también se ha observado en Caretta caretta, Lepidochelys olivacea, Lepidochelys kempii y Dermochelys coriacea (Baptistotte, 2007). En Brasil, el primer registro de la enfermedad ocurrió en 1986, en Espírito Santo. Desde entonces, se han observado nuevos casos de manera creciente en las áreas de alimentación de las tortugas. Las tortugas que habitan en zonas costeras con alta concentración humana y mayor actividad antropogénica presentan una mayor prevalencia de fibropapilomatosis en comparación con aquellas que viven en aguas más profundas, lo que indica que la contaminación marina puede ser un factor agravante importante (Ene, 2005).

La aparición de esta enfermedad está asociada a áreas altamente contaminadas y puede estar relacionada con otros factores, como contaminantes químicos, radiación ultravioleta, presencia de parásitos e infecciones bacterianas (Gagliardi et al., 2018). Estas variables pueden debilitar el sistema inmunológico de los individuos, favoreciendo el desarrollo de la enfermedad. Las consecuencias de las actividades humanas en los hábitats marinos van más allá de la fibropapilomatosis, pudiendo afectar la fisiología de las tortugas marinas, causar estrés crónico y perjudicar la función inmunológica (Gagliardi et al., 2018). Como animales marinos que emergen para respirar, las tortugas están expuestas tanto a la contaminación marina como a la atmosférica, lo que las convierte en excelentes centinelas de la salud ambiental (Baptistotte, 2007).

Hasta el momento, no se conoce el agente etiológico de la fibropapilomatosis, aunque se cree que es causada por un tipo de herpesvirus denominado “Chelonid Fibropapilloma Associated Herpesvirus” (C-FP-HV), el cual ha sido aislado en el 100% de los tumores de ocurrencia natural (Ene et al., 2005). Es común que los individuos afectados estén infestados por ectoparásitos, que pueden ser potenciales vectores del herpesvirus causante de la fibropapilomatosis (Santos et al., 2008).

El diagnóstico se realiza clínicamente mediante la observación de los papilomas y puede confirmarse mediante un examen histológico. Actualmente, no existe una terapia preventiva para la fibropapilomatosis; el principal procedimiento realizado es la extirpación quirúrgica de los tumores, aunque estos pueden reaparecer (Rosa, 2021).

El creciente impacto de las actividades humanas en los ecosistemas marinos es inevitable, y la fibropapilomatosis en tortugas marinas es solo uno de los muchos reflejos de este desequilibrio. El aumento de la contaminación y los cambios climáticos no solo afectan a las tortugas, sino también a diversas especies marinas, comprometiendo el equilibrio ecológico que sostiene los océanos. En Brasil, instituciones como el Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) y diversas universidades monitorean activamente la aparición de esta enfermedad y promueven la concienciación sobre la importancia de la conservación de las tortugas. Sin embargo, es fundamental que la población general participe en acciones de preservación, como la reducción del uso de plásticos. Las tortugas, como bioindicadores de los ecosistemas marinos, evidencian la urgencia de reevaluar las prácticas ambientales y adoptar estrategias más sostenibles para garantizar la conservación de estas y otras especies.


Autora: Roberta Stopasolla Pinto

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